En una reciente publicación de agendaestadoderecho.com se da a conocer el artículo «Desafíos y oportunidades: avanzando hacia el acceso universal al agua en las Américas», por Alex Hassán Rendón Terrazas (*).
A pesar de que América. Latina y el Caribe cuentan con aproximadamente el 31% de las reservas de agua dulce renovable del mundo, no todas las personas tienen un acceso suficiente, adecuado y de calidad. Actualmente, cerca de una cuarta parte de las personas que viven en América Latina y el Caribe residen en áreas con escasez de agua, y más de 400 millones carecen de acceso a servicios de saneamiento seguro. Además, en el futuro, factores como el crecimiento demográfico y el cambio climático, amenazan aún más el acceso al agua.
En este contexto, recientemente el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó una Declaración titulada “Impulso y promoción del acceso universal al agua y saneamiento en las Américas”, la que destaca la importancia del acceso equitativo al agua y saneamiento como un derecho humano fundamental, y reconoce la necesidad de abordar la pobreza extrema y la discriminación, especialmente hacia grupos históricamente vulnerables.
La Declaración destaca al reconocer la vital importancia del agua para la vida y la salud, instando a cada Estado a garantizar su acceso para la población. Asimismo, reafirma el compromiso de promover prácticas equitativas y sostenibles, asegurando la disponibilidad y calidad del agua, así como la no discriminación en su acceso. Además, se expresa la voluntad de facilitar intercambios para identificar mejores prácticas y abordar desafíos como el cambio climático.
Desafíos regionales compartidos
En la región más desigual del mundo, la Declaración surge como una manifestación de voluntad colectiva para abordar desafíos compartidos sobre el acceso desigual al agua. Al respecto, el Banco Mundial dio cuenta de que el acceso a servicios de abastecimiento de agua en América Latina y el Caribe sigue siendo un desafío para millones de personas, especialmente en áreas rurales. Además, los grupos históricamente excluidos, como personas indígenas y afrodescendientes, se ven desproporcionalmente afectados en el acceso al agua, lo que afecta negativamente el disfrute de otros derechos humanos y socava incluso la igualdad y equidad de género en las comunidades.
Además, una gran parte de la población carece de acceso a servicios de saneamiento seguros, contribuyendo a la carga de enfermedades y afectando al medio ambiente. Asimismo, los servicios de riego ineficientes en agricultura, y que a menudo no están disponibles para millones de personas en el hemisferio, afectan la productividad agrícola debido, entre otras cosas, a la salinización.
Las deficiencias en el acceso al agua y a los servicios podrían empeorar principalmente por el cambio climático, el crecimiento demográfico y la urbanización, y la contaminación y degradación ambiental, amenazando con profundizar la desigualdad y ponen en serio riesgo el pleno disfrute derechos humanos, en especial el derecho al agua.
¿El derecho humano al agua?
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, ese fue el paradigma que instauró la Declaración Universal de Derechos Humanos, que significa que TODOS, es decir, cada una de las personas que forman parte de la familia humana son iguales en dignidad y derechos; en consecuencia, NADIE, por ninguna razón de índole económico, social, cultural, de género, edad, o cualquier otra situación, debería ser excluido del pleno goce material de sus derechos humanos.
Sobre lo que significa el derecho al agua, el Comité de Económicos, Sociales y Culturales ha señalado que “es el derecho de todos a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico” y que dicho derecho está protegido bajo el alero del derecho a un nivel de vida adecuado.
Como todos los derechos humanos, el derecho al agua tiene una connotación individual y colectiva. Además, tiene una dimensión sustantiva por la que se deben cumplir los estándares de disponibilidad, calidad y accesibilidad; y una dimensión procesal, orientada al acceso a la información, participación en la toma de decisiones y acceso a la justicia.
Además, no debemos olvidar que estamos ante un derecho universal, indivisible e interdependiente con otros derechos humanos. En ese sentido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos remarcó la importancia del derecho al agua para la garantía del derecho a un medio ambiente sano y los derechos culturales.
El derecho al agua y el mandato transformador de los Estados
El acceso equitativo al agua y al saneamiento es fundamental para garantizar la dignidad y los derechos humanos de todas las personas en las Américas, la región más desigual del planeta. La aprobación de la Declaración “Impulso y promoción del acceso universal al agua y saneamiento en las Américas” marca un paso significativo hacia la protección del derecho al agua, ya que insta a los Estados a garantizar su acceso sin discriminación, incluso en contextos de degradación ambiental, desastres naturales y cambio climático.
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Además de su carácter individual, colectivo, sustantivo y procesal, el derecho al agua es interdependiente e indivisible con todos los otros derechos humanos. En este sentido, la Declaración no solo representa un importante paso en el camino hacia el acceso universal al agua, sino también un llamado para adoptar un enfoque de derechos humanos sensible al género, cultura, edad o discapacidad, en plena consonancia con la dignidad humana.
El agua es la esencia misma de la vida. Desde los más diminutos organismos hasta las majestuosas criaturas, animales y plantas, todos están intrínsecamente ligados a su presencia. Para los seres humanos, el agua trasciende su mera función biológica; es un pilar fundamental para la nutrición, la salud y la hidratación, así como para la purificación del cuerpo y el espíritu. Más allá de su indispensable utilidad práctica, millones de personas en todo el hemisferio comparten una conexión cultural profunda con el agua, enriquecida por siglos de espiritualidad y cosmovisión. Desde rituales indígenas y tribales que honran a ríos y lluvias, hasta la purificación cristiana con agua bendita y los trascendentales bautizos, el agua se erige en las Américas como un símbolo de renovación, purificación y vida misma.
Todas las personas deberían poder disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible; este compromiso no solo es cumplir con el mandato transformador de igualdad y dignidad establecido en la Declaración Universal de Derechos Humanos, sino que también es el reflejo del profundo respeto que por la vida, que prevalece y caracteriza a la gente de todo el hemisferio.
(*) Abogado especialista en Derecho internacional de los derechos humanos y Derecho comparado.