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Imagen: ADN Radio
Opinión.

Buscadoras: la poderosa defensa de los derechos humanos, por Karinna Fernández.

Nora Cortiñas, cofundadora de Madres de Plaza de Mayo, falleció en mayo de este año. ¿Por qué su rol de defensora de derechos humanos cobra especial relevancia en la actualidad?

30 de julio de 2024

En una reciente publicación de agendaestadoderecho.com se da a conocer el artículo «Buscadoras: la poderosa defensa de los derechos humanos», por Karinna Fernández, abogada defensora de derechos humanos.

Nuevos conceptos, expresiones y concepciones han nutrido progresivamente el lenguaje de los derechos humanos, haciendo más operativa su adecuada defensa. Si bien estos conceptos son reflejo de las respuestas con que la humanidad ha reaccionado al enfrentar diversas y continuas formas de ataques a sus garantías más esenciales, erradamente parecen ingresar dogmáticamente al área de los derechos humanos, proponiendo debates de carácter teórico, lejanos a la realidad de su origen.

La persistente contienda por la justicia y la verdad ha marcado la historia reciente del Cono Sur, que sufrió desde el origen de las diversas dictaduras civil-militares que atentaron contra sus democracias, la desaparición forzada de personas, caracterizada por la crueldad estatal perpetrada sin límites temporales, ya que su carácter permanente persiste azotando a las víctimas hasta la actualidad. Dicha situación también ha estado marcada por la ausencia de límites territoriales, tal como lo evidencia el Plan Cóndor, con una determinada selectividad, ya que las víctimas se caracterizaban por ser jóvenes opositores y opositoras a los regímenes de facto. Aunado a ello, tales regímenes dotaron su marco criminal de poderosas salvaguardas de impunidad.

La represión estatal sembró en América del Sur un terror expresado en una forma que como sociedades nos era desconocida. Contra la desaparición forzada de personas opositoras y contra este cruel escenario se alzó la búsqueda, una búsqueda persistente y marcada por un poderío femenino. Se trata de la poderosa figura de diversas mujeres que iniciaron hidalgamente, y sin referente alguno, la búsqueda de personas desaparecidas. Ellas denunciaban las atrocidades, clamaron por verdad y justicia, oponiéndose al negacionismo, al olvido y a la impunidad, lucha que mantuvieron presente no solo en las dictaduras, sino también en los procesos transicionales.

Aunque la desaparición forzada era una acción estatal desconocida, que ni siquiera se encontraba descrita en los códigos penales de nuestra región, las mujeres buscadoras con absoluta claridad se levantaron desafiantes en la búsqueda de sus familiares y de quienes integraban sus comunidades. Son abuelas, madres, compañeras, amigas, hijas, hermanas y nietas.

En los primeros casos, la emergencia y realidad de la búsqueda precedió incluso a la comprensión del concepto de desaparición forzada. Ante la inhumanidad de las acciones estatales, diversas figuras femeninas transformaron su dolor y resistencia en una activa búsqueda, valiente e implacable, la búsqueda de la respuesta, al ¿dónde están? De igual forma se organizaron para hacer frente a los ataques en su contra y en contra de la verdad, instaurando la exigencia de memoria, verdad y justicia.

Se trató no solo de mujeres sobrevivientes de la desaparición, muchas de ellas también sobrevivieron a detenciones y torturas, aun así continuaron con la búsqueda, muchas tras ser liberadas del secuestro priorizaron para que sus relatos fueran destinados a dar los nombres de quienes habían escuchado o visto en los recintos de desaparición y torturas, antes de abocarse a describir los crímenes que sufrieron sus propios cuerpos.

Al tiempo que lideraban y fortalecían los procesos de construcción de las primeras organizaciones defensoras de los derechos humanos en la región, su capacidad de organizarse les permitió hacer frente a la violencia sistémica y estatal que enfrentaban. Las organizaciones empoderaban, a nivel nacional e internacional, sus voces, y les daban un marco de resguardo, al tiempo que también les permitían generar un marco colectivo de colaboración para seguir al cuidado de sus familias. Las mujeres buscadoras lideraron jornadas de protesta, crearon alianzas, se transformaron en un poderoso símbolo que las trascendía a ellas mismas en pro de hacer más potente la búsqueda. Lo que no impidió que, tanto ellas como sus organizaciones, fueran hostigadas y atacadas, se vieran expuestas a ser investigadas y judicializadas penalmente por la labor que realizaban y realizan hasta nuestros días, situación que evidencia el continuo riesgo en el que las personas defensoras se enfrentan en el ejercicio de su derecho a defender los derechos humanos.

Nora Morales de Cortiñas fue una de las miles de madres a quien la detención y desaparición de su hijo Gustavo, de 24 años, le cambió la vida para siempre. De ama de casa, pasó a liderar la mayor organización de mujeres defensoras de los derechos humanos en Argentina, las Madres de Plaza de Mayo. Norita, como se le conocía, entendió tempranamente que la lucha por verdad y justicia exigía asumir que los miles de hombres y mujeres desaparecidos forzadamente por la dictadura civil-militar eran hijos e hijas de todas las madres que hasta el presente les buscan.

Vivió en carne propia, junto a las demás madres y abuelas, los amedrentamientos y la violencia dictatorial durante esta búsqueda incansable. Luego, en democracia, la lucha continuó, no solo por encontrar a sus familiares, sino por vencer el manto de impunidad y los amarres judiciales que con entereza debieron sortear. En una entrevista de 2011, decía que el mayor aprendizaje que les dejó este andar fue comprender que esta búsqueda era colectiva, no individual, y así se fueron transformando en las madres, abuelas, amigas y hermanas de todos y todas a quienes la dictadura les despojó de sus familiares y seres queridos.

“En ese momento, la prioridad era salir a buscar a mi hijo, y entré en una especie de locura. Pero de bajar los brazos no, ¡nunca! Y miedos pasamos todas… me llamaban, me amenazaban, me decían que me iban a meter presa, me trataron mal… Además, como yo soy muy extrovertida, cada vez que iba a la comisaría me trataban de cabecilla, y la amenaza siempre era muy fuerte. Después me llamaban a mi casa, me amenazaban, me pintaron todo el barrio con el nombre ‘madre terrorista’, todo el nombre completo. Pero yo seguía igual”.

Norita, una de las tantas mujeres buscadoras, murió el 30 de mayo de este año, sin saber el destino final de su hijo Gustavo. “A nosotros no nos bastan ni los monumentos, ni los actos, ni los monolitos, ni los parques, nosotros seguimos extrañándolos. Los desaparecidos no se reemplazan con nadie, pero nuestra lucha no hubiera sido posible sin la ayuda y la compañía del pueblo trabajador”, señalaba.

En esta persistente búsqueda, el tiempo también ha sido implacable con sus cuerpos, la impunidad biológica ha logrado que muchas mueran sin conocer el destino de sus familiares, que otras pierdan la memoria o la razón, fatigadas por la edad y las consecuencias de interminables batallas, de ahí la importancia que la memoria pueda seguir presente en sus comunidades y en la elaboración y contenidos de los conceptos que fortalecen los derechos humanos, como el de personas defensoras, recordando que su contenido y evolución se ha configurado gracias a las experiencias de sofisticada y poderosa lucha de quienes, desde la práctica, precedieron el concepto, marcando para siempre su concepción.

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