Es necesario un mayor equilibrio entre los órganos del Poder Público
Es un hecho incuestionable que ni el sistema presidencial «puro» ni el parlamentario pudieron echar raíces en América Latina y ello puede ser explicado por factores tanto culturales como económicos y políticos, como a la existencia preponderante de la imagen del caudillo fuerte lleno de poder. Tanto el presidencialismo como el parlamentarismo requieren, el funcionamiento estable de las instituciones democráticas y ello ha sido un reto importante para Latinoamérica. Ambos sistemas requieren, evidentemente, el funcionamiento estable y duradero de las instituciones democráticas, factores inexistentes o poco frecuentes en la historia republicana de América Latina.[1]
En el sistema presidencial, el presidente de la República es el eje político alrededor del cual funcionan las instituciones del Estado, es el personero de la Nación; el magistrado de más alta investidura que controla el funcionamiento del Estado, y cuya gestión determina en buena cuenta las actividades del Legislativo, institución que, dicho sea de paso, tiene una altísima legitimidad democrática tanto por su composición como por sus procedimientos. Incluso es quien decide en gran medida la agenda parlamentaria.
También, es necesario destacar la amplísima discrecionalidad del presidente de la República en Chile para designar a todos los miembros de su gabinete y, hasta 2020, incluso a los intendentes regionales. Es cuestionable que, en Chile el Ejecutivo, cuente con un importante número de materias de iniciativa legislativa exclusiva. Es más, el Ejecutivo tiene exclusividad en proyectos de ley que impliquen gasto. Si bien los legisladores envían muchos más proyectos de ley que el presidente, la mayoría de los proyectos aprobados son de iniciativa del Ejecutivo. [2] En cuanto al veto, es un procedimiento que ha tenido muy poca relevancia en las relaciones ejecutivo-legislativo.
Una de las principales complejidades es la lógica de separación de poderes que caracterizan al presidencialismo. En ese contexto, es criticable que este esquema descarte el principio de coordinación, pues tarde o temprano terminan produciéndose conflictos entre Ejecutivo y el Legislativo, degenerando en graves crisis por la falta de vías institucionales que funcionen como válvulas de escape.
Por ello estimamos que un sistema semi presidencial, en el cual la colaboración y coordinación entre ambos poderes daría una mayor estabilidad democrática y garantizaría un desempeño más eficiente de los gobiernos.
[1] Arango Ana Catalina, Presidencialismo, Voces de Cultura de la legalidad, 2018, p.245
[2] Carlos Huneeus, ¿Cuán fuerte es el presidencialismo en Chile?, 2018, pp. 353-372