Ha transcurrido un tiempo desde los sucesivos asesinatos de Carabineros, que provocaron el comprensible rechazo, repudio y la indignación generalizada de la ciudadanía y también cesó la presión mediática, sensacionalista y casi morbosa de los canales de TV, que cubrieron estos hechos, utilizando y manipulando al extremo, la conmoción pública que estos lamentables hechos provocaron y el comprensible dolor de las familias afectadas.
Sin perjuicio del imperativo de encontrar a todos los culpables, aplicando a éstos el rigor de la ley, hay una arista que las autoridades y organismos policiales, al parecer, han dejado de lado o no han investigado lo suficiente: ¿CÓMO Y DE DÓNDE, estas bandas criminales obtienen esas armas con alto poder de fuego y sus municiones?
Si se quiere enfrentar el flagelo de la delincuencia de manera eficaz, las autoridades y los equipos de inteligencia policial, deberían emprender una investigación profunda y exhaustiva sobre la ruta de las armas perdidas, sustraídas y robadas que finalmente son adquiridas por los delincuentes.
Los resultados de dicha investigación y el trabajo de inteligencia respectivo, permitirían la implementación de políticas y medidas de fondo. Esto, porque tan o más importante que reprimir el delito, es prevenirlo, y una buena forma para ello, es impedir que las armas lleguen a las manos de los delincuentes.
Jorge Consales Carvajal