Artículos de Opinión

A setenta y ocho años de la aniquilación de Hiroshima y Nagasaki: ¿Se puede amparar el uso de la bomba atómica bajo el Ius ad Bellum?

En 1941 las tensas relaciones diplomáticas entre Japón y US. Army, sobre todo por los bloqueos que Estados Unidos había levantado sobre los abastecimientos de petróleo de Japón y el pacto de este último con la Alemania Nazi -entre otras razones- hicieron que la bandera del sol naciente, tomara la decisión de bombardear Pearl Harbor, desconociendo, que en agosto de 1945 Estados Unidos, promovido del arma más letal en la historia de la humanidad, cobraría amparados en el Ius ad bellum, así como en el principio del mal menor, la vida de miles de civiles a las 8:15 en Hiroshima y tres días después ante la no rendición de Japón a las 11:02 en Nagasaki.

«Los ojos que han contemplado Auschwitz e Hiroshima nunca podrán contemplar a Dios.» Ernest Hemingway

La segunda guerra mundial, no solo tuvo como escenario el continente europeo, si no que el océano pacífico también fue protagonista de duras batallas navales, sobre todo entre la Armada Imperial Japonesa y la US. Army.

El 26 de julio de 1945, el presidente estadounidense Harry Truman exigió a Japón su “rendición incondicional” de no hacerlo, les esperaba una “destrucción rápida y absoluta”, sin mencionar -por supuesto-como sería cumplida aquella advertencia.

Este ultimátum, no resultaba ser una mera amenaza disuasiva en búsqueda de la bandera blanca de Japón -muy por el contrario- para el presidente Truman y sus aliados, la prueba de la fuerza  destructiva de la bomba  atómica compuesta por plutonio ( igual a la que se lanzó en Nagaski ) y que se desarrolló mediante el famoso ensayo “Trinity”, en el mes de julio de 1945 en donde se probaría el prototipo de bomba denominada “ The Gadget”,  en un punto del  desierto de nuevo México denominado “jornada del muerto”, reveló por primera vez ante los ojos expectantes de científicos, políticos y militares  el poder devastador de la fisión tan buscada por Openhaimer, Fermi, Wigmer o Szilárd quienes vieron un arma de destrucción masiva sin precedente[1].

Pero todo esto había comenzado algunos años antes. El 2 de agosto de 1939, Albert Einstein envió al presidente Roosevelt una carta en donde le explicaba lo siguiente: “el elemento uranio pueda convertirse en una nueva e importante fuente de energía en el futuro inmediato. Ciertos aspectos de la situación que se ha producido parecen requerir de vigilancia, y si fuera necesario, de una rápida acción por parte de la Administración”, agregaba: “Este nuevo fenómeno podría conducir también a la construcción de bombas, y es concebible – aunque con menor certeza – que puedan construirse bombas de un nuevo tipo extremadamente poderosas. Una sola bomba de ese tipo, llevada por un barco y explotada en un puerto, podría muy bien destruir este por completo, así́ como el territorio que lo rodea. Sin embargo, tales bombas podrían ser demasiado pesadas para ser transportadas por aire”. “Tengo entendido que Alemania ha detenido actualmente la venta de uranio de las minas de Checoslovaquia, mismas que fueron tomadas recientemente. Esta acción podría entenderse teniendo en cuenta que el hijo del Sub-Secretario del Estado Alemán, von Weizäcker, está asignado al Instituto Kaiser Guillermo de Berlín, donde algunos de los trabajos con uranio realizados en los Estados Unidos están siendo replicados”[2].

Como se puede apreciar en esta misiva, las advertencias que Einstein realiza al presidente Roosevelt parecieran tener relación con lo podríamos denominar una “carrera armamentista”, Alemania ya se encontraba desarrollando pruebas con Uranio y si sus científicos lograban crear antes una bomba letal de esta envergadura, no cabía duda alguna, de que sería utilizada  por las potencias del eje en contra de los países aliados, generando muerte y destrucción. Este fue uno de los  motivos que convenció a la comunidad científica y a Roosevelt  a que se desarrollara secretamente el “proyecto Manhattan”, como una alianza -político militar, económica y científica que busco desarrollar un arma que pudiera dar término a la  Segunda Guerra Mundial, frenar los horrores de la Alemania Nazi y el poderío de Japón. Sobre este último, Estados Unidos mantenía una cuenta pendiente, debido al ataque que habían sufrido en la base Pearl Harbor, un siete de diciembre a las 06:00 am de 1941, el general Nagumo con seis porta aviones, lograron hundir el acorazado “Arizona”, el “California” y el “West Virginia”, además había logrado destruir 188 aviones, averiado 150 y cobrar la pérdida de 2.403 personas, entre ellos 68 civiles y más de 1.000 heridos. Al día siguiente Roosevelt le declaraba la guerra al imperio de Japón[3].

El 16 de julio de 1945, el prototipo de bomba atómica había detonado con precisión, por lo que el “proyecto Manhattan” era hasta ese momento todo un éxito, ahora solo debía elegirse el blanco y la fecha en que se lanzarían las bombas; pero el 12 de abril del mismo año el presidente Roosevelt fallece, y es ahora el presidente Harry S. Truman, quien debe tomar las decisiones más importantes sobre la bomba atómica y enfrentarse a tal dilema y sus consecuencias. Es así como en un primer momento, Alemania era considerada el blanco propicio de las bombas, de esta manera se  pretendía detener el plan de Hitler de seguir abarcando Europa y socavando a su población, como asimismo detener sus ensayos con uranio, pero Alemania había ido perdiendo poder y Japón tomaba protagonismo entre el eje, es por ello, que se decide enlistar cuatro ciudades niponas: Kokura, Hiroshima, Kioto y Niigata. Tomada la decisión, el 26 de julio de 1945, se le notificó a Japón por parte de los países aliados la llamada “Declaración de Postdam”[4] que contenía los términos de la rendición que el Imperio del sol debía aceptar. Así también, se le indican las consecuencias de su no aceptación: “enfrentarían la pronta y total destrucción”[5]. Como es sabido, Japón decidió no rendirse, sobre todo no pretendían perder las conquistas que había logrado y porque además, no se sabía que pasaría con el emperador Hirohito y su familia en caso de rendirse.

El 30 de julio Japón notifico su decisión de no aceptar los términos impuestos,  por lo que de esta manera el plan debía continuar, ya era hora de preparar a “Little boy”[6].

El seis de agosto el coronel Paul Tibbets bautizaría al bombardero boing B-29 superfortress, cuadrimotor  de hélice con el nombre de su madre “Enola Gay”, en él se cargó la primera bomba atómica de ataque en tiempos de guerra, compuesta de Uranio 235, color verde oliva, de 4.5 metros de largo y cinco toneladas de peso. A las 8:15 de la mañana y a 10.400 metros de altura se soltaron los seguros de “Little boy” dándose la orden de lanzamiento, a 600 metros sobre la ciudad  (específicamente sobre  el puente Aioi y una clínica médica) explotó con una potencia de 16 kilotones (16.000 toneladas de TNT)  que devastaron a Hiroshima. Desde ese momento, la historia de los conflictos bélicos cambiaría, al conocer el real peligro de contar entre los ejércitos con un material de tal envergadura creado por el hombre para destruir la humanidad y todo lo que lo rodea.

Hiroshima solo sintió calor, luz incandescente y un ruido que jamás olvidará la historia. Miles de personas civiles inocentes murieron quemados al instante, muchas sombras de sus cuerpos quedaron estampados en el cemento derretido, otros tantos resultaron completamente quemados o con su cuerpo desmembrado, sin contar los otros miles que con el paso del tiempo fallecieron producto del cáncer -leucemia principalmente- y otros de profundas hemorragias, fatiga y heridas incurables[7].

Envueltos entre el humo, sangre y calor, el horror se instaló y caló hasta nuestros días como una pesadilla que jamás podrá ni puede ser olvidada. Los japoneses que sobrevivieron denominados “Hibakusha”[8], recuerdan al “monstruo que cayó desde el cielo” como “pika don” (ピカドン)”un destello y estruendo aterrador[9].

La noticia se esparció en diversos medios internacionales, pero aún no era posible conocer el alcance que dejo “Little boy”,  algunas fotografías del hongo nuclear (que ascendió por más de 16 metros)comenzaron a correr con el paso de los días, no obstante esto, Estados Unidos y sus aliados sabían o a lo menos podían conocer y reconocer las consecuencias que dejo la bomba atómica sobre la población antes que el resto del mundo, (considerando que ya se habían hecho pruebas al menos con la bomba de plutonio). Se calcula que la temperatura se elevó entre 3.000 y 4.000 grados Celsius a dos kilómetros de distancia, desintegrando todo a su paso de manera instantánea.

No obstante la destrucción de Hiroshima y la muerte de la mayoría de sus habitantes, para el día 11 de agosto se encontraba planificado el lanzamiento de la segunda bomba atómica a la que denominaron “fat man”, pero por cuestiones meteorológicas, se decidió adelantar la misión para el día 9 de agosto y a bordo del también bombardero B-29 llamado “Bock´s car”, se dirigieron hasta el objetivo que era la ciudad de Kokura, pero al estar con demasiada nubosidad y con escaso combustible a las 11:02 dejaron caer sobre Nagasaki, la bomba de plutonio más destructiva del mundo, y que implosiono con aproximadamente 20 kilotones de energía. Se estima que 80 mil personas fallecieron de manera inmediata producto de la gran bola de calor que generó y al igual que en Hiroshima la devastación, horror y muerte removieron los cimientos de la humanidad[10].

Finalmente, el 2 de septiembre del mismo año, Japón presentó su rendición sobre el USS Missouri en la bahía de Tokio: «Hemos decidido allanar el camino para una gran paz para todas las generaciones venideras, soportando lo insoportable y sufriendo lo insufrible” fueron las palabras del emperador Hirohito hacia sus ciudadanos, poniendo así fin a la segunda guerra mundial.

El Ius ad Bellum, que se entiende  como  las legítimas razones que un Estado tiene para entrar en guerra, debe cumplir con ciertos criterios para hacer que esta sea justa. Según la Cruz Roja internacional, este término se perfecciono post segunda guerra mundial[11], pero ciertamente estos conceptos existían desde hace mucho tiempo y en aras de la guerra justa, moros y cristianos buscaban la forma de perfeccionar el arte de la guerra y la forma en como el derecho debía regirla,  pero nada de esto resulta antojadizo, puesto que la guerra usualmente proviene de las  grandes potencias que justificarán o no su actuar según sus propios intereses. Ante esto, el profesor Roger Campione en su texto : “El nomos de la Guerra“  refiere: “La percepción es que el sintagma “guerra justa” encierra una hipocresía de base cuando se hace hincapié́ en su dimensión moral, es decir, que no satisface los requisitos de un juicio moral honesto porque uno tiene la impresión de que se utilizan pesos y medidas distintas según quien sea el sujeto político que recurre a la guerra y el que la sufre. El problema de la “guerra justa”, desde esta perspectiva, no derivaría del uso interesado y abusivo que puedan hacer de ella los líderes políticos para legitimar ciertas discutibles decisiones; más bien, la propia arquitectura moral de la doctrina facilitaría la posibilidad de justificar la guerra desde una perspectiva asimétrica y unilateral” [12]. Y si bien la Segunda Guerra Mundial no fue un evento bélico unilateral, es patente que el hecho y alcance en como esta termina, parece ser un hecho asimétrico y desproporcionado de abuso de fuerza que en nada respeta el Ius in bello, aunque siendo precisos, en lo que respecta al derecho humanitario, en cuanto a lo relacionado con la protección de los civiles es la Cuarta Convención de Ginebra de  1949 (post guerra) la que regula de manera especial estas cuestiones; sin embargo, estos terribles eventos efectuados bajo el amparo del Ius ad Bellum cambiaron a la civilización moderna sobre todo en la forma en cómo se entiende la guerra y el poder armamentista de los involucrados en ella, dos bombas atómicas que terminan con la vida de más de 250.000 personas inocentes cuya única relación bélica es ser nacionales del país combatiente, sufren el horror de una muerte violenta y en casos tardía y llena de sufrimientos, producto de las secuelas de la radiación, con el objeto de terminar la guerra o buscando prevenir que Alemania obtuviera antes la fórmula para crear una bomba atómica que no dudaría en utilizar[13], entonces ¿matar a cientos de miles de civiles por salvar la vida de cientos y miles más justifica o hace justa la guerra? Ciertamente los Ataques a Hiroshima y Nagasaki produjeron horror y por sobre todo terror, finalmente lograron la rendición de la bandera del sol naciente.

Posteriormente, y en lo que podríamos decir es una especie de justificación mediante el discurso que Truman dirigió a los estadounidenses el 12 de agosto de 1945 recoge: “Hemos usado (la bomba) contra aquellos que nos atacaron en Pearl Harbor sin previo aviso, contra aquellos que han hecho pasar hambre, golpeado y ejecutado a prisioneros de guerra estadounidenses, contra quienes han aban­donado toda pretensión de ser dóciles al derecho internacional de guerra. La hemos utilizado con el fin de acortar la zozobra de la guerra […].

El uso tecnológico de las armas estadounidense estaban por sobre cualquier otra estrategia militar o bombardeos antes visto, en su tiempo, los arqueros a caballo de Gengis Khan fueron poderosos en recursos, disciplina y organización de tropas, lo mismo hizo Aníbal con el ejército cartaginés y sus treinta y ocho elefantes que cruzaron los Alpes con amplias victorias, todos recursos que, probablemente en ese tiempo también, impactaron al contrincante bélico y se podría haber analizado si se cumplían o no los requisitos Ciceronianos[14] de la Ius ad bellum , dado esto, podríamos entonces, sostener que ¿ambos ataques están fuera de las reglas de la guerra justa y pasan a ser actos terroristas? Según autores como Michael Walzer en su texto Guerras justas e Injustas: “Usar la bomba atómica, matar y aterrorizar a los civiles, sin tan siquiera intentar ese experimento significó cometer un doble crimen”[15],dos aviones dos bombas, miles de muertos inocentes. La proporcionalidad que exige el Ius in bello para que la guerra sea justa, se vio completamente anulada, así como también la reparación, porque ¿cómo se repara la destrucción total? No se repara, se rinde ante el enemigo poderoso para prevenir más destrucción y muerte y quizás, solo quizás dar paso a la tan ansiada paz.

Churchill dijo: “Nunca, nunca se debe creer que una guerra será sencilla y cómoda, o que quien se embarca en ese extraño viaje puede medir las mareas y huracanes con que se va a encontrar. El estadista que se abandona a la fiebre bélica debe saber que una vez dada la señal, él ya no es amo de la política, sino el esclavo de los acontecimientos incontrolables e impredecibles” y como si hubiera sido una especie de presagio, 78 años después, la humanidad aún debe lidiar con los “acontecimientos incontrolables e impredecibles” de lo que significaría el uso nuevamente de una bomba atómica y como hemos sido testigos, -en la actualidad- de las amenazas de Rusia en contra de Ucrania ante el eventual uso de su poderío nuclear o China que en la actualidad ya cuenta con más de 400 ojivas nucleares y que para el año 2035, podrían alcanzar aproximadamente 1500[16],lo que provoca cierto estupor o a lo menos nerviosismo porque varios nombres se repiten.

Aún así hay una cuestión que resulta más clara: la Segunda Guerra Mundial nos proporcionó en primera persona lo más cruento y deleznable de la humanidad. Conocimos de holocaustos y exterminios por raza, religión o color de piel. Vimos la hambruna y la desolación, la propaganda, la fiebre por el poder al límite de lo demencial. También nos enseñó sobre el poder del hombre y la ciencia, la expansión de los límites morales y éticos con resultados negativos. El uso y abuso del mal menor, la falta de proporcionalidad y respeto a los derechos fundamentales como asimismo el atropello inefable a la dignidad e integridad moral de las personas no podrá ser olvidado. Las sombras de los fallecidos por las bombas aún se conservan para que la memoria no sea tan frágil y la ambición por el poder no nos lleve nuevamente a ver el monstruo del cielo. (Santiago, 8 de agosto de 2023)

 

[1] Hasta el día de hoy diversas familias que se vieron afectadas por la radiación que contaminó ampliamente el agua y el terreno a través de la lluvia radioactiva y el viento que movilizo a 400 kilómetros aproximadamente diversos residuos de isotopos radioactivos, y que se vieron sometidos a largo plazo a las consecuencias de la bomba, han presentado requerimientos a las autoridades estadounidenses producto del desarrollo de enfermedades como cáncer o mal formaciones genéticas. Estas víctimas del ensayo nuclear se denominan “downwinders”. Los casos probados (nexo causal bomba/ cáncer) han sido indemnizados en aproximadamente US.$ 2.500. Disponible: https://www.nps.gov/articles/000/trinity-test-downwinders.htm. Consulta: 6/8/2023.

[2] Disponible: https://portalacademico.cch.unam.mx/sites/default/files/carta_albert_einstein.pdf. Consulta: 6/8/2023

[3] GALLEGOS VILLALOBOS, A. : “El ataque a Pearl Harbor y sus circunstancias” Revista de Marina, No 971,2019, p.78-85.Disponible: https://revistamarina.cl/revistas/2019/4/agallegosv.pdf. Consulta : 6/8/2023.

[4] Disponible: http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lri/cortes_m_mr/apendiceD.pdf. Consulta: 7/8/2023.

[5]  Disponible: https://academia-lab.com/enciclopedia/declaracion-de-potsdam/. Consulta: 6/8/2023

[6] SOTELO FUENTES,M y SOLA AYAPE,C.: “La bomba atómica después de Hiroshima y Nagasaki. El difícil camino hacia el control de la energía nuclear”, Revista En-claves, No 28, 2020, p.52-85.Disponible: https://www.enclavesdelpensamiento.mx/index.php/enclaves/issue/view/3. Consulta: 6/8/2023.

[7] Ibidem, supra.

[8] Hibakusha (被爆者) es un término japonés que significa ‘persona bombardeada’ (de hibaku (被), forma pasiva de baku (爆 bomba o bombardear) y de sha (者 persona)) y con el que se designa a los supervivientes de los bombardeos nucleares a civiles en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Disponible: https://neox.atresmedia.com/games/anime-manga/hibakusha-supervivientes-marginados-bombas-nucleares-hiroshima-nagasaki_201806115b3f89960cf2bcce6106e871.html. Consulta: 7/8/2023.

[9] Disponible: https://www.aasc.ucla.edu/cab/200708230003.html. Consulta: 7/8/2023.

[10] Ibídem, p. 2.

[11] Comité Internacional de la Cruz Roja. “Jus ad bellum y jus in bello.” 2019, Disponible en: https://www.icrc.org/es/doc/war-and-law/ihl-other-legal-regmies/jus-in-bello-jus-ad-bellum/overview-jus-ad-bellum-jus-in-bello.htm. Consulta: 7/8/2023.

[12] CAMPIONE, R.: “El nomos de la tierra”, Tirant lo Blanche, Valencia,2009, p.71.

[13]  Luego Einstein diría: “Si hubiera sabido que ese miedo (a que Alemania fabricara la bomba) no estaba justificado… no habría participado en abrir esta caja de Pandora”.

[14] KAKARIEKA, J.: “Los orígenes de la doctrina de la Guerra Justa. Cicerón y la tradiciónn romana”, Cuadernos de Historia, 1981, p. 7-29.

[15] WALZER, M.: “Guerras justas e injustas”, Paidós, Barcelona, 2001, p. 357

[16] Disponible: https://www.google.com/search?client=safari&rls=en&q=cuantas+ojivas+nicleares+tiene+china&ie=UTF-8&oe=UTF-8. Consulta 7/8/2023.

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