Como promotor del bien común, el deber primero del Estado y que antecede a todos los demás es el de mantener el orden público, la seguridad de la comunidad nacional y la vigencia del Estado de Derecho; pues sobre tales bases descansan todas las actividades o empresas que se proyecten, para que éstas puedan ser desarrolladas con normalidad y tranquilidad.
Para lograr tal finalidad el Estado cuenta con el monopolio de la violencia física legítima pues, como dijo el Papa Pío XII en su mensaje de Navidad 1943: “la paz no puede lograrse sino mediante algún empleo de la fuerza”.
Como le decía don Quijote a Sancho: “para gobernar tanto son menester las armas como las letras, y las letras como las armas”. Derecho y fuerza son indisociables como anverso y reverso del Estado de Derecho.
Adolfo Paúl Latorre
Abogado
Magíster en Ciencia Política