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Opinión.

Los algoritmos de la IA amenazan la naturaleza evolutiva de la jurisprudencia: peligro de petrificación de la Justicia, por Carlos Berbell.

El magistrado del Tribunal Supremo, Vicente Magro, advierte contra el peligro que enfrenta la jurisprudencia, si se adoptara la Inteligencia Artificial como un recurso de primera línea, porque la jurisprudencia «es un sistema vivo», afirma.

21 de octubre de 2024

La llegada de la inteligencia artificial (IA) al mundo judicial ha generado un debate sobre los beneficios y los riesgos de su integración en los tribunales. Aunque la IA promete eficiencia y rapidez en el tratamiento de los casos, Vicente Magro, magistrado de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, advierte de un peligro latente: los algoritmos de la IA pueden «petrificar» la justicia, impidiendo que se adapte a los cambios sociales y legislativos que continuamente redefinen el derecho.

Si la justicia queda atrapada en un esquema fijo e inamovible, pierde su capacidad de evolución, un atributo esencial de la jurisprudencia, afirma en un reciente artículo publicado en la revista Derecho Digital e Innovación que llevó por título «La Inteligencia Artificial, sus algoritmos y los cambios jurisprudenciales».

La jurisprudencia es un sistema vivo

Uno de los grandes pilares del derecho, señala Magro, es la jurisprudencia, que se caracteriza por su flexibilidad. Los jueces no solo aplican la ley, también la interpretan en función de las circunstancias de cada caso, siempre adaptándose a los cambios sociales y legislativos. Así, la justicia sigue siendo relevante y eficaz.

Sin embargo, según el magistrado, este principio fundamental corre peligro con la IA: «la doctrina de los tribunales no puede petrificarse y estar anclada en los algoritmos que ya se han incluido en la inteligencia artificial».

Esto se debe a que la IA tiende a replicar soluciones pasadas sin tener en cuenta la evolución natural del derecho, afirma. El riesgo es que las sentencias se vuelvan rígidas, basadas en precedentes ya superados y no en la realidad actual de cada caso.

El riesgo de los algoritmos fijos

Los algoritmos que utiliza la IA en la justicia se programan para buscar patrones en decisiones anteriores, señala el magistrado. Esta capacidad, que es una de las mayores ventajas de la IA, también puede convertirse en un obstáculo si esos patrones no se ajustan a los cambios jurisprudenciales.

«El modelo estructural de la IA está basado, precisamente, en la petrificación del criterio», afirma Magro. Este fenómeno puede llevar a que la justicia deje de reflejar la realidad cambiante, ya que los algoritmos, diseñados para seguir respuestas previas, no tienen la capacidad de adaptarse a las nuevas interpretaciones de la ley.

Lo que significa que la IA puede seguir aplicando reglas desactualizadas si no se revisan sus algoritmos.

Y la jurisprudencia, como bien destaca el magistrado, «por su propia naturaleza, es cambiante«. Depender de algoritmos fijos podría perpetuar decisiones obsoletas, generando fallos injustos o incorrectos.

La flexibilidad en la justicia es un requisito esencial

Para que los jueces puedan aplicar la ley de manera justa, es fundamental que tengan la capacidad de ajustarse a los matices de cada caso. Sin esta flexibilidad, la justicia se vuelve predecible y rígida, perdiendo su capacidad para responder a las circunstancias sociales actuales.

Magro advierte que «la IA no puede aplicarse en la Administración de Justicia como si se tratara de una justicia tecnológica mediante la cual la IA operara como una especie de Juez Robot». Es decir, no se puede dejar que la IA decida automáticamente qué sentencia aplicar basándose en precedentes.

Esto rompería la capacidad de los jueces para interpretar la ley en función de las particularidades de cada caso y los cambios sociales o legislativos que se hayan producido. Un escenario que explora muy bien la película «Justicia Artificial», recién estrenada.

Un aspecto clave que menciona Magro es cómo interactúan los cambios jurisprudenciales con la IA. A medida que los tribunales revisan y reinterpretan las leyes, la jurisprudencia evoluciona.

Este proceso es esencial para mantener la justicia en sintonía con la realidad. Sin embargo, la IA, al depender de algoritmos diseñados para reflejar decisiones pasadas, puede quedarse atrás si no se actualizan esos patrones.

«No puede introducirse una especie de Juez Robot prescindiendo del Juez Humano, que es el que debe dictar la sentencia», subraya Magro. Los jueces deben tener la última palabra, ya que son ellos quienes tienen la capacidad de aplicar el derecho teniendo en cuenta el contexto específico y las circunstancias cambiantes que rodean cada caso.

Necesidad de una actualización constante de los algoritmos

Para evitar que la justicia se vea atrapada en decisiones pasadas, es fundamental que los algoritmos de la IA se actualicen constantemente para reflejar los cambios en la jurisprudencia.

Los avances tecnológicos no pueden ni deben sustituir la labor de los jueces, que consiste en interpretar la ley de acuerdo con las circunstancias presentes.

«La jurisprudencia no puede petrificarse», afirma con contundencia Magro. Los algoritmos deben ser herramientas flexibles que se ajusten a las nuevas interpretaciones legales, pero nunca deben considerarse soluciones definitivas o fijas.

La IA debe seguir siendo un recurso auxiliar, que ayude a los jueces a manejar la información más rápidamente, sin limitar su capacidad de interpretar la ley.

La Inteligencia Artificial tiene un papel que jugar en la modernización de la justicia, reconoce el magistrado del Supremo, pero ese papel debe estar claramente limitado. La IA no puede sustituir la labor interpretativa y flexible de los jueces humanos, quienes son los únicos capaces de garantizar que la justicia siga evolucionando junto con la sociedad.

Para que la justicia siga siendo dinámica y responda a las necesidades actuales, la IA debe ser utilizada con precaución, actualizándose continuamente y bajo la supervisión constante de los jueces, garantizando así que la jurisprudencia se mantenga viva y relevante.

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