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La familia real. La reina emérita Sofía, la princesa de Asturias, Leonor, el rey Felipe, la reina Letizia y la infanta Sofía.
Imagen: EP/Confilegal
La familia real. La reina emérita Sofía, la princesa de Asturias, Leonor, el rey Felipe, la reina Letizia y la infanta Sofía en una imagen tomada en los últimos premios Princesa de Asturias.
Opinión.

La Constitución de 1978, un éxito histórico de la monarquía española

La Constitución consolidó a la monarquía como símbolo de unidad y permanencia, estableciendo un equilibrio entre el sistema parlamentario y el papel representativo de la Corona.

16 de diciembre de 2024

Hoy hace 46 años que se aprobó la Constitución de 1978. No es la más longeva de nuestra historia, es cierto. Le supera la de 1876, que estuvo vigente 47 años. Pero lo será. Estoy segura.

Durante sus 9 lustros y un año de existencia, se ha elogiado repetidamente el éxito del pueblo español y de su clase política por su apuesta por esta senda constitucional y democrática.

Sin embargo, seamos justos. El punto de partida, el «big bang» que cambió todo en España, después de 40 años de dictadura fue la decisión de don Juan Carlos, el Rey emérito, de abrir una nueva era democrática en nuestro país.

Su compromiso con una monarquía parlamentaria moderna quedó reflejado en su impulso a la Constitución del 78, precedido del «harakiri» voluntario de las Cortes franquistas. Por lo que España ha sido internacionalmente elogiada.

«De la ley a la ley», como dijo Torcuato Fernández Miranda, el arquitecto jurídico cuyos conocimientos permitieron pasar de la dictadura a la democracia sin violencia, haciendo de la transición un ejemplo que otros países han tratado de imitar.

A pesar de las dudas y tensiones de la época, el entonces Rey desempeñó un papel de mediador entre las diferentes fuerzas políticas, asegurando que el texto constitucional recogiera un amplio consenso.

La Constitución consolidó a la monarquía como símbolo de unidad y permanencia, estableciendo un equilibrio entre el sistema parlamentario y el papel representativo de la Corona. Este logro, en un país marcado por décadas de dictadura, no habría sido posible sin la visión estratégica y la voluntad de diálogo del Rey Juan Carlos.

La Constitución de 1978, Pilar de la democracia española

El 6 de diciembre de 1978, España dio un paso histórico al aprobar en referéndum su actual Constitución, un texto que marcó el fin del régimen franquista y el inicio de una democracia plena.

Con este artículo pretendo rendir homenaje desde el más profundo respeto a la Carta Magna, resaltando su esencia monárquica, el papel crucial de la Corona en su redacción, aprobación y custodia, así como los retos superados en estas décadas.

También abordaré los derechos constitucionales más vulnerados en los últimos años y los aspectos en los que podría mejorarse comparándola con otras constituciones del mundo.

Don Felipe VI: Custodio de la Constitución

Desde su proclamación en 2014, el Rey Felipe VI ha reafirmado su compromiso con la defensa de la Constitución. En momentos críticos, como el desafío independentista catalán de 2017, el Rey subrayó el valor del marco constitucional como garante de la convivencia democrática y la unidad de España.

Don Felipe ha desempeñado un papel fundamental en el fortalecimiento de la confianza ciudadana en las instituciones, Máxime ante el panorama que con los políticos nos encontramos en los últimos tiempos, consolidando a la Corona como un símbolo de unidad y estabilidad, imagen de unidad y estabilidad de cara al Mundo.

Desde su ascenso al trono, ha subrayado la importancia de la monarquía parlamentaria como garante del orden constitucional, lo que ha reforzado su compromiso con los valores democráticos. Su labor se centra en proyectar una imagen de modernidad y cercanía, reflejando una monarquía adaptada a los desafíos del siglo XXI.

El Rey ha trabajado incansablemente para conectar con la ciudadanía, destacando la necesidad de transparencia y responsabilidad en la actuación de las instituciones.

En este contexto, su figura adquiere un rol integrador, superando diferencias ideológicas y fomentando el diálogo en momentos de tensión política. Además, su dedicación a representar a España en el ámbito internacional ha contribuido a fortalecer la imagen del país en el exterior.

La estabilidad política que aporta la monarquía bajo su liderazgo es un factor clave en un entorno global marcado por la incertidumbre. Don Felipe ha sabido mantener un equilibrio entre la tradición y la renovación, asegurando que la Corona siga siendo relevante y respetada.

Su capacidad para encarnar los principios constitucionales y promover la unidad nacional refuerza la percepción de la monarquía como un pilar esencial para el sistema democrático español. Algún conocido republicano ha sido escuchado diciendo «no soy monárquico, pero si este Rey se presentara a presidente de la República, yo lo votaba».

En síntesis, el papel de Don Felipe ha trascendido la figura ceremonial para convertirse en un elemento activo en la construcción de confianza y cohesión social. Su liderazgo, destaca por su compromiso con los valores constitucionales y su capacidad de adaptación a los retos contemporáneos, consolidando a la Corona como un actor clave en la estabilidad y el progreso del país.

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