Cada 28 de diciembre, el Día de los Santos Inocentes nos recuerda un episodio trágico narrado en el Evangelio de San Mateo (2:16-18). Según el texto, el rey Herodes el Grande ordenó la matanza de todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores, temeroso de que el recién nacido Jesús, a quien los Reyes Magos llamaron «rey de los judíos», amenazara su poder.
Aquellos niños, conocidos como los Santos Inocentes, son venerados por la tradición cristiana como los primeros mártires.
La narración bíblica sitúa los hechos poco después del nacimiento de Jesús. Al recibir la advertencia de un ángel, San José huyó con María y el niño a Egipto, evitando así la tragedia.
Este episodio, lleno de simbolismo, fue incluido en las primeras conmemoraciones de la Iglesia Católica, que estableció el 28 de diciembre como día para recordar a las víctimas.
DEL LUTO A LA FESTIVIDAD
Durante la Edad Media, la solemnidad religiosa de esta fecha se mezcló con tradiciones paganas como las Saturnales romanas y la Fiesta de los Locos, ambas marcadas por el desenfreno y la inversión de roles.
Estas influencias transformaron el carácter de la celebración, dando lugar a lo que hoy conocemos como las inocentadas: bromas y noticias falsas que se hacen en tono humorístico.
En países como España y México, esta tradición se ha convertido en un día de diversión, donde amigos, familiares e incluso los medios de comunicación participan en el juego de sorprender con bromas ingeniosas.
Aunque en muchos lugares el enfoque actual es festivo, en algunas regiones aún persisten elementos religiosos, como las misas en honor a los Santos Inocentes. Esta combinación de solemnidad y humor refleja la capacidad de las tradiciones para evolucionar y adaptarse al paso del tiempo.
En el mundo anglosajón, existe una celebración similar: el April Fools’ Day(Día de los Tontos de Abril), el 1 de abril. Sin embargo, sus raíces son diferentes, vinculadas al cambio de calendario en Europa, sin conexión con la tradición cristiana.
El Día de los Santos Inocentes es un claro ejemplo de cómo una festividad puede evolucionar desde sus orígenes trágicos y religiosos hacia una celebración marcada por el humor y la creatividad.