Artículos de Opinión

Dieciocho de septiembre de 1810.

Aquel día el Cabildo sesionó para “consultar y decidir los medios más oportunos para la defensa del Reino y pública tranquilidad”. Ni los más entusiastas “criollos” ni lo más recalcitrantes “realistas” esperaban que la sesión derivara, en su resultado, en una declaración independentista, como desde luego no ocurrió. Lo que sí, y obviamente, los sectores más radicalizados esperaban aprovechar la oportunidad para exigir y lograr la instalación de una Junta de Gobierno.

De seguro, el próximo miércoles 18 de septiembre en un país adornado de banderas patrias y engalanado con fondas y enramadas; imbuidos de fervor patrio y entre cuecas, tonadas y aires de nuestra tierra estaremos conmemorando la “Independencia de Chile”. No puede ser de otra manera, ya que la tradición, el patriotismo y el deseo de fiesta y de parranda nos impulsan a celebrar sin pensar lo que, efectivamente, ocurrió la mañana de ese día de 1810 en la sesión del Cabildo Abierto de Santiago.

Pero, la verdad en su lugar, aquel día el Cabildo sesionó para “consultar y decidir los medios más oportunos para la defensa del Reino y pública tranquilidad” según rezaba la esquela, que en número de 400 y como invitación se repartió entre los notables de Santiago, dada la dramática situación y noticias venidas desde España – Napoleón había invadido la península y el rey Fernando estaba desterrado –  y la situación de intranquilidad que invadía la capital – que incluía la existencia de grupos armados de dudosa procedencia -. Y si bien la idea subyacía, ni los más entusiastas “criollos” ni lo más recalcitrantes “realistas” esperaban que la sesión derivara, en su resultado, en una declaración independentista, como desde luego no ocurrió. Lo que sí, y obviamente, los sectores más radicalizados esperaban aprovechar la oportunidad para exigir y lograr la instalación de una Junta de Gobierno.

En su desarrollo, según consigna el Acta de la sesión, José Miquel Infante – prohombre de la época y Procurador del Cabildo – “con la mayor energía expuso las decisiones legales y que a este pueblo asistían las mismas prerrogativas y derechos que a los de España para fijar un Gobierno igual”. Claro, en España se habían constituidos juntas de gobierno para enfrentar al invasor y resguardar los derechos de Fernando VII.  A la recia y fundada argumentación legal de Infante, se agregó la exhibición de documentos provenientes desde Cádiz (Junta de Cádiz, constituida en Consejo de Regencia dada la invasión napoleónica) en que sus autoridades instaban a establecer en América juntas de gobierno señalando que su propia acta de constitución “podrá servir de modelo a los pueblos que quieran elegirse un gobierno representativo”. Estas argumentaciones, sin duda, tienen que haber pesado en el ánimo de don Mateo Toro y Zambrano, anciano de 82 años y al momento Gobernador de Chile, para poner su cargo a disposición del pueblo representado por el Cabildo Abierto en desarrollo. El Acta de la sesión no consigna, claro está, que algunos realistas que trataron de oponerse a todo cambio apenas pudieron expresarse, pero sí, que “todos los prelados, jefes y vecinos…aclamaron con la mayor efusión de su alegría y armoniosa uniformidad que se estableciera una Junta”, la cual quedó presidida por el propio Conde de la Conquista en “manifestación de la gratitud que merecía a este generoso pueblo”.

Nació así la “Primera Junta de Gobierno” de Chile – ya vendrían otras – y aun que ésta no declarara nuestra independencia y si se declarara “conservadora de los derechos del rey durante su cautiverio”, al final qué más da: sigamos este dieciocho, como siempre, cantando, bailando, comiendo y tomando para celebrar la “independencia” de Chile.

 

Francisco Bartolucci Johnston

Abogado y profesor de Derecho

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