Un verdadera “fiesta” es la que han protagonizado las fuerzas políticas tratando de alcanzar un acuerdo para poner en marcha un nuevo proceso constitucional. – Que la Constitución la redacte una nueva Convención que sea completamente elegida; no, que sea el propio Congreso; no, que sea un órgano redactor mixto. Que sus integrantes sean muchos; no, que sean pocos. Que sea integrada con expertos que ratifique la ciudadanía; no, nombrados por los partidos; que su opinión sea vinculante; que no y que sea sin expertos. Que haya “bordes” y un órgano que declare que se han respetado los “bordes”; no, que sea el propio Congreso quién lo declare; que se llamen límites; no, principios; no, que no haya nada, ni “bordes”, ni límites, ni principios. Que se imponga la paridad forzada; que no, que no es democrática. – Y así, en estos meses hemos sabido de todo tipo de formulaciones cruzadas y de desacuerdos permanentes, lo que demuestra que los negociadores están metidos en un “zapato chino” y bien se puede conjeturar que al final acordarán un completo incordio con tal de salir del paso.
No será mejor dejar tranquila a nuestra excelente Constitución y reformarla cuando sea necesario. Resulta que mientras la dirigencia política y el Gobierno continúan discutiendo su innecesario reemplazo, en el país campea la delincuencia, el narcotráfico, el crimen organizado, la inmigración desatada y el delito en todas sus facetas. Creo, es preferible que la dirigencia política abandone su contumaz afán constituyente y se ponga de acuerdo en cómo terminar con estos flagelos, o acaso no han escuchado el clamor popular de que “esto no da para más”.
Francisco Bartolucci Johnston