En Chile, como en muchos otros países, el nepotismo y el “besa mano” son prácticas que, aunque invisibles en los textos legales, están profundamente arraigadas en las dinámicas sociales y políticas. Estas conductas erosionan los principios de meritocracia, transparencia e imparcialidad que deberían regir nuestras instituciones. Más allá de los casos que a veces vemos en los titulares, sus efectos son duraderos y minan la confianza pública, debilitando las estructuras democráticas y perpetuando la desigualdad.
El nepotismo es la práctica de favorecer a familiares o amigos en la asignación de cargos o beneficios, sin importar sus méritos o capacidades. En Chile, hemos visto ejemplos de funcionarios que posicionan a sus familiares en puestos clave, no por sus competencias, sino por su cercanía personal. Esto, naturalmente, limita el acceso a oportunidades a quienes tienen el talento pero carecen de conexiones, y refuerza una estructura de poder cerrada y elitista.
El “besa mano”, por su parte, es un fenómeno menos formal pero igualmente corrosivo. Se refiere a la cultura en la que las personas buscan la cercanía de figuras de poder -políticos, jueces, o empresarios- para asegurarse favores, nombramientos o influencias. Es un tipo de tráfico de influencias, aunque a menudo más sutil, que genera la percepción de que los cargos o decisiones importantes se toman en base a relaciones personales y no a la objetividad o al mérito.
En ambos casos, las consecuencias son claras: se debilita la meritocracia, se genera desconfianza en las instituciones y se perpetúa la desigualdad social. Las personas sin acceso a estos circuitos de poder ven limitadas sus oportunidades, mientras que quienes están bien conectados avanzan, independientemente de sus capacidades.
Impacto en la sociedad
Ambas formas de tráfico de influencias generan un círculo vicioso que socava la confianza en las instituciones y los procesos democráticos. Cuando las personas sienten que las decisiones se toman por relaciones personales en lugar de por méritos, su fe en el sistema se desploma. Esto no solo afecta la calidad de la administración pública, sino que también fomenta un ambiente propicio para la corrupción y el abuso de poder.
En el ámbito empresarial, estas prácticas reducen la competencia y la innovación. Empresas que dependen de favores y conexiones para prosperar no tienen incentivos para mejorar su eficiencia o innovar. En el sector público, este tipo de conductas afecta la calidad de los servicios y perpetúa la ineficiencia, ya que se priorizan las lealtades por encima del profesionalismo.
El impacto más devastador, sin embargo, se produce a nivel cultural. La gente empieza a aceptar estas prácticas como inevitables, como parte del “sistema”. Esto genera cinismo, desincentiva el esfuerzo personal y promueve la idea de que el éxito depende más de a quién conoces que de lo que puedes lograr. Este es el daño más profundo: la erosión del sentido de justicia y equidad que debería guiar a cualquier sociedad democrática.
Casos de éxito en el mundo: ¿Es posible cambiar?
Afortunadamente, existen ejemplos internacionales que demuestran que es posible erradicar o, al menos, reducir drásticamente estas prácticas, cambiando la cultura institucional y promoviendo una mayor transparencia y meritocracia.
1. En el Reino Unido, la Judicial Appointments Commission (JAC) es un órgano independiente responsable de seleccionar jueces en Inglaterra y Gales. Establecida en 2006, este organismo busca garantizar que las designaciones judiciales se basen únicamente en méritos, eliminando la posibilidad de influencias políticas o nepotismo. Los procesos de selección son transparentes, y las evaluaciones de los candidatos se publican, lo que genera una mayor confianza en la imparcialidad del sistema judicial. Esta reforma no solo ha reducido las percepciones de corrupción, sino que ha incrementado la diversidad dentro del Poder Judicial.
2. En Nueva Zelanda, el sistema de nombramientos para altos cargos públicos es completamente transparente y basado en mérito. Un comité independiente evalúa a los candidatos y publica sus resultados. Además, las reglas sobre conflictos de interés son estrictas, dificultando el nepotismo o la influencia indebida en el proceso de selección. Esto ha creado un entorno donde la ciudadanía percibe que las instituciones públicas actúan de manera justa y objetiva.
3. Considerado uno de los países con menor corrupción en el mundo, Finlandia ha implementado estrictas reglas sobre conflictos de interés en la administración pública. Los funcionarios están obligados a declarar sus relaciones familiares y patrimoniales, y cualquier tipo de influencia externa puede ser denunciada y sancionada. El país también ha desarrollado una cultura donde el mérito es el único criterio válido para ascender en la administración pública, y cualquier sospecha de nepotismo es severamente castigada.
¿Cómo podemos cambiar la cultura en Chile?
Erradicar la cultura del nepotismo y el amiguismo en Chile es un desafío formidable, pero no insuperable. La transformación requiere una estrategia integral que entrelace reformas institucionales con un profundo cambio cultural.
La piedra angular de esta transformación es la transparencia total en los procesos de selección para cargos públicos y judiciales. Esto va más allá de simplemente publicar evaluaciones; implica ofrecer a la ciudadanía una ventana clara hacia las razones que fundamentan cada nombramiento, fomentando así la confianza pública.
Siguiendo el ejemplo exitoso de países como el Reino Unido y Nueva Zelanda, la instauración de comités de selección verdaderamente independientes es crucial. Estos organismos, compuestos por expertos sin vínculos con las autoridades nominadoras, actuarían como guardianes imparciales del proceso, asegurando que el mérito prevalezca sobre las conexiones personales.
Paralelamente, es imperativo establecer un sistema robusto de sanciones contra el nepotismo y el tráfico de influencias. Debe quedar claro que estas prácticas conllevan consecuencias severas. Igualmente importante es la protección de los denunciantes, creando un ambiente donde la integridad sea valorada y defendida.
El cambio duradero, sin embargo, solo se logrará a través de una transformación cultural profunda. Esto implica sembrar en las nuevas generaciones los valores de la meritocracia, la transparencia y la ética pública. Mediante campañas de concientización y programas de formación ética, tanto en el sector público como en el privado, podemos cultivar un entorno donde estas prácticas nocivas se vuelvan no solo ilegales, sino socialmente inaceptables.
Esta estrategia multifacética no solo busca reformar instituciones, sino reconfigurar el tejido social del país, pavimentando el camino hacia un futuro donde el mérito y la integridad sean los verdaderos motores del progreso nacional.
Sin embargo, la historia nos enseña que el cambio es posible cuando hay voluntad colectiva. Reformar nuestras instituciones, promover la transparencia y cultivar una cultura de meritocracia son pasos cruciales hacia un futuro más justo. El desafío es grande, pero el premio -una democracia robusta y equitativa- bien vale el esfuerzo. Cada ciudadano tiene un papel en esta transformación. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a asumir esa responsabilidad y ser parte del cambio que queremos ver?
Carolina Álvarez
Admiral Compliance
De acuerdo, especialmente en que cambiar algo tan arraigado en nuestra sociedad representa un desafío formidable. En subsidio no hay que creerle a aquel político que promete que no lo practicará ya que seguramente lo hará y en forma más grotesca.