Es la manera en que una sociedad humana decide convertirse, transformarse u organizarse políticamente.  Con la única intención  de aclarar conceptos, comenzaremos por precisar qué no es  una Constitución.

No lo es la enumeración de las aspiraciones más sentidas por una comunidad humana. Porque una aspiración –por generalizada que sea–  es un sueño y no una realidad sobre la cual se pueda construir una organización  política estable.

El Diccionario de la Lengua Española  define la Constitución –en su acepción jurídica– como “Ley Fundamental de un Estado que define el régimen básico de los derechos y libertades de los ciudadanos y los poderes e instituciones de la organización política”  ([1]).

Es  importante, al momento de redactar una Constitución, examinar con mucho cuidado cuáles son los elementos estructurales de la cultura política, cívica y de las costumbres en general del pueblo destinatario de aquélla.

No es lo mismo una Constitución para los antiguos habitantes de Bolivia que para los actuales, en que existe un idioma común, hábitos compartidos, anhelos similares y costumbres generalizadas, de las que carecían los habitantes de los pueblos anteriores a la Conquista Española.

De allí la importancia que tiene el cuidado de las propuestas que hagan los miembros del órgano constituyente para que la nueva Constitución contenga los elementos necesarios  no sólo para modernizar el lenguaje de la Carta Fundamental sino también las ideas y los mecanismos necesarios para conseguir que la población chilena logre en el futuro convertirse en una nación unida en el propósito de desvanecer las diferencias que nos separan y de pensar a Chile como una gran familia deseosa de compartir sus logros entre todos sus miembros dando a todos los chilenos la posibilidad de su más plena y efectiva realización.

Lautaro Ríos

Abogado – Doctor en Derecho

Profesor Emérito de la Universidad de Valparaíso

[1] Real Academia Española:  “Diccionario de la Lengua Española”, 22ª. Edic. R.A.E. 2001.