Cartas al Director

Un homenaje a la altura de un alma grande.

José Albuccó

30 de enero de 2025


Solo dos monumentos recuerdan en el espacio público urbano de nuestro país a Mohandas Karamchand Gandhi: un pequeño busto ubicado en el bandejón central de la alameda Manso de Velasco de Curicó, y un conjunto escultórico de mayores dimensiones emplazado en la plaza de la India de Providencia, donde su imagen está acompañada del poeta Rabindranath Tagore y del dirigente independentista Jawāharlāl Nehru, junto a una fuente de agua.

La estatua de la ciudad de la región del Maule fue instalada a solicitud de la Agrupación Cultural y Ecológica Gandhi a mediados de los años 90. El monumento capitalino es más antiguo, y fue diseñado por el artista Claudí Tarragó Borrá, refugiado de la Guerra Civil Española.  Ambas obras fueron pensadas como homenajes del pueblo chileno a este intelectual, activista y líder espiritual y político.

Un reconocimiento justo pero muy exiguo para un personaje de una envergadura colosal, uno de los principales protagonistas de la historia de la humanidad, cuya muerte se conmemora este 30 de enero. Fue el conductor del movimiento de liberación de su país, que marcó un antes y un después en el siglo XX. La independencia de la India, lograda en 1947, luego de la Segunda Guerra Mundial, significó el impulso inicial para un proceso emancipatorio que algunas décadas después conmovió a amplias zonas del planeta, particularmente en Asia y África, significando la desintegración del enorme imperio británico y el comienzo del fin del poder imperialista europeo a escala global.

Los modos de la praxis política de Gandhi marcaron una diferencia. Fue un promotor de la desobediencia civil no violenta, lo que en ningún caso implicaba pasividad frente a atropellos e iniquidades.  Por el contrario, conllevaba una postura activa y pública de rechazo a leyes, exigencias, u órdenes de la autoridad por su carácter injusto e ilegítimo. Así, Gandhi participó en múltiples manifestaciones, realizó en diversas oportunidades huelgas de hambre y encabezó la marcha de la sal, caminata de más de 300 kilómetros en contra del monopolio inglés sobre la producción y distribución de este producto básico, que marcó un punto de inflexión en el camino hacia la independencia, al concitar la atención sobre un caso concreto de abuso contra la población de la India.

Gandhi fue además un adelantado para su época. Alertó sobre los peligros de la destrucción de la naturaleza y abogó por el desarrollo sostenible, advirtiendo que “la tierra tiene recursos suficientes para nuestras necesidades, pero no para nuestra codicia”. En otro plano, fue un férreo crítico del fanatismo religioso, causa de su asesinato en manos de un extremista hinduista en 1948. Defendió la convivencia armónica de los diferentes credos espirituales, rechazando la partición de la India y la creación de Pakistán como un Estado de inspiración musulmán, lo que implicó el desplazamiento forzoso de más 17 millones de personas.

En el mundo de hoy, agobiado por la crisis ambiental y por conflictos bélicos donde se enarbola la fe religiosa para justificar la división y el odio, cada vez adquiere más vigencia el legado de Mahatma, apodo cariñoso de Gandhi que significa “Alma Grande”. Su figura es parte del acervo moral de la humanidad, y en Chile merece un homenaje que esté a su altura. Ahora que estamos en pleno proceso de remodelación de la Alameda, ¿por qué no enriquecer el patrimonio escultórico de la nuestra principal arteria -colmada de estatuas de militares de distinta laya- con un monumento en honor de este paladín de la paz, la tolerancia y la justicia social?

 

José Albuccó

Académico Universidad Católica Silva Henríquez

Creador del blog Patrimonio y Arte

 

Agregue su comentario

Agregue su Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *