La posibilidad de error o engaño, o riesgo de confusión en los consumidores, debe ser ponderado no únicamente mediante la comparación abstracta de las marcas, sino que también con la potencial respuesta del público consumidor enfrentado a ellas en concreto.
No se puede olvidar que se busca proteger al consumidor de erradas adquisiciones al confiar en una supuesta procedencia del producto.