Hoy, se conmemoran los 50 años del Golpe de Estado, un hecho que marcó un antes y después en el país. Las expresiones de este evento ya se han hecho notar, desde ayer, con la romería por las víctimas de la dictadura, donde participó el presidente Gabriel Boric.
Para conversar sobre la memoria histórica y la educación que debe existir en derechos humanos, Diario Constitucional se contactó con el abogado, asesor jurídico de la Corporación Comunidad y Justicia y académico de Derecho Constitucional y Derecho Político en la Universidad Finis Terrae, Vicente Hargous, quien aborda dichos temas, en el marco de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en 1973.
¿Qué es la memoria histórica y por qué es importante?
Sobre el concepto de memoria histórica, yo tengo muchos problemas y haría muchas prevenciones al respecto del concepto, porque la memoria, a diferencia de la historia, no aspira a recoger las distintas visiones de los hechos del pasado para buscar, de alguna manera, mostrar que es lo que paso. Desde mi punto de vista, ese es el objetivo de la historia, no solamente recoger documentos para mostrar, visiones sobre lo que paso, sino que tratar de descubrir precisamente lo que ocurrió.
La memoria, en cambio, desde mi punto de vista, es más una herramienta política, una instrumentalización política de la historia y esto aplica para la memoria de los pueblos originarios y, también, en este caso, la memoria de lo que ocurrió durante el gobierno militar, o sea en lugar de ir a las fuentes de lado y lado y buscar exponer con la mayor objetividad e imparcialidad que sea posible, que yo sé que eso no es plenamente posible, buscar los hechos concretos, materiales que se puedan describir.
Lo que necesita Chile en estos 50 años es el diálogo, la reconciliación, ser capaces de reconocer los errores que se cometieron durante la Unidad Popular, que eso es algo que la gente que trata este tema y habla con este concepto de memoria, en general no lo hace. Buscar exponer de lado y lado los propios problemas y no solo exponerlos, sino que asumirlos como una verdad y pedir perdón por eso.
¿Cómo evalúa los esfuerzos que ha hecho el Estado para promover el conocimiento y la memoria a lo largo de los años?
A mí me parece que no se ha ido en la dirección correcta. Me parece que no ha habido un esfuerzo real por promover la historia y conocimiento acabado de las fuentes, sobre todo de lo que ocurrió durante la Unidad Popular. En cambio, ha habido un esfuerzo en promover que un sector es víctima y a veces incluso en anular la historia. Hubo un tiempo en que esto fue así, incluso en los colegios, que hayamos llegado a hablar de eliminar la asignatura de historia, es un problema muy grave y, por otro lado, lo mismo respecto de la asignatura de memoria y derechos humanos que se buscó implantar en un proyecto de ley en la Cámara de Diputados hace unos cuatro años más o menos. Desde mi punto de vista, el esfuerzo que ha hecho el Estado no ha sido para promover lo que realmente paso con miras a la reconciliación y al diálogo, sino que lo que ha buscado es implantar un relato, una visión única que es de la memoria, una visión victimista tendiente a exponer con muchos sesgos que hay un lado que es el culpable y que merece ser denostado públicamente y otro lado que merece ser romanizado y así ocurrió.
Se ha llegado a una especie de remitologización de la figura de Salvador Allende y una falta de contexto para exponer todos los hechos que ocurrieron después, sobre todo el Golpe.
¿Qué destaca, crítica y falta en este ámbito?
Destacaría los esfuerzos que se hicieron sobre todo en los años 90 para buscar la reconciliación. En este sentido, destacaría los consensos que hubo durante la concertación entre distintos sectores. En cambio, criticaría los esfuerzos posteriores que se han hecho por promover este relato victimista y esta falta de objetividad deliberad que ha habido en los últimos años. A veces, incluyendo –incluso– la eliminación de la búsqueda de la verdad. El intento de eliminar el ramo de historia, es un caso patente de esto. Lo que echo de menos es la búsqueda de reconciliación y no de venganza, que en la izquierda más radical, principalmente, el oficialismo actual –porque hoy en día hay que distinguir entre las distintas izquierdas– eso es muy evidente y la manera en la que el Partido Comunista fue el que le exigió al gobierno la renuncia de Patricio Fernández dice mucho al respecto. Que lo que se busca es precisamente promover una visión muy sesgada que no de lugar a segundos discursos y, por lo tanto, no de lugar al diálogo.
¿Cuál es su evaluación respecto a los fallos que ha emitido la Corte Suprema respecto a los crímenes cometidos por el Estado en Dictadura?
Es una pregunta muy difícil porque es un problema que es ante todo político y no jurídico y, por lo tanto, yo no me consideraría la persona adecuada para responder a eso. Ahora, figuras como el secuestro permanente a mí me parece que son absolutamente impresentables desde el punto de vista del debido proceso. En este sentido, no considero que sea algo positivo. No considero que sea bueno ni sano en una sociedad como la chilena, en la que rige el Estado de Derecho, dictar sentencia de esa manera, vulnerando el debido proceso. Pienso que debe haber justicia, también, con quienes cometieron injusticias gravísimas contra personas inocentes.
Ad portas de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado ¿Cómo considera que está el ambiente político?
El ambiente político actual no creo que sea perjudicial para conmemorar los 50 años con una mirada de diálogo. Creo de hecho que habría sido la ocasión perfecta para que eso ocurriera, a diferencia de como estábamos hace tres años después del 18 de octubre, que el país estaba mucho más polarizado que hoy en día. Hoy está gobernando el Frente Amplio. En el Consejo Constitucional está el partido Republicano que antes no tenía ni una fuerza. Yo eso lo podría interpretar como una polarización, pero lo cierto es que hoy en la calle no están quemando el metro, no hay un ambiente revolucionario que impida el diálogo plenamente y existe un equilibrio de fuerzas mucho más claro que antes. Durante el gobierno de Sebastián Piñera, la verdad es que la derecha estaba absolutamente acorralada y la izquierda, por otro lado, –frenteamplista– podía criticar y acusar a todo el mundo y juzgar los últimos 30 años de Concertación con mucha dureza, sin ningún costo político. Entonces, que estos 50 años se den de esta manera, creo que fue una gran oportunidad que se perdió para buscar un diálogo auténtico.
La derecha ha aprendido, a diferencia de la izquierda radical –de la izquierda frenteamplista–, la centro izquierda también ha aprendido, a separar ámbitos y a hacer distinciones. Por un lado, entre los anhelos legítimos de justicia social de la izquierda y los atropellos contra la institucionalidad de la República y el Estado de Derecho cometidos durante el gobierno de Salvador Allende: Los resquicios legales, la promoción de existencias de grupos paramilitares armados, la vista gorda respecto de tomas ilegales y el desacato de fallos de la Corte Suprema. Todo eso que ocurrió durante el gobierno de Salvador Allende, creo que se pueden distinguir respecto de la búsqueda de mayor justicia social de la izquierda.
Y, por otra parte, distinguir entre el Golpe como un triste desenlace que sirvió para evitar una guerra civil, un desenlace que hizo fracasar a la Unidad Popular, pero que había fracasado por mecanismos internos, como ya reconocían los autores de la renovación socialista de los años 80, y su necesidad y las violaciones a los derechos humanos ocurridos durante el gobierno militar. Yo creo que la derecha también ha sabido reconocer eso. Por lo tanto, distinguir entre los problemas internos de la Unidad Popular, los problemas de Salvador Allende, la necesidad del Golpe y lo que ocurrió durante los siguientes 20 años después del Golpe. No apoyar en ningún caso hechos de torturas, desapariciones forzosas, homicidios directos contra personas inocentes, pero al mismo tiempo ser capaces de reconocer que había que hacer algo con el gobierno de Salvador Allende, porque la situación era insostenible, incluso, materialmente. Así que desde ese punto de vista creo que las fuerzas más moderadas y también tanto la izquierda como la derecha han aprendido a distinguir y que eso ha sido muy sano y positivo. Sin embargo, creo que el gobierno no está dando el ancho para poder manejar la situación debidamente.