Rechazar la salida definitiva del país de niño en compañía de su madre importaría subordinar el derecho de ésta a desarrollar su proyecto familiar en Suecia, país en donde ambos podrán mejorar su calidad de vida.
Negar la autorización importaría asumir una concepción sesgada y estereotipada del rol de madre, postergándose en su propio desarrollo para privilegiar el rol de cuidadora del hijo.